jueves, 5 de marzo de 2009

La comunidad del andén

Un pequeño cuento corto.

Miras a tu izquierda y te sorprendes. El tipo sentado a tu lado lleva un sobretodo negro, zapatos oscuros y lustrados, maletín... Oh, si. Parece un empresario. Más que nada por el Rolex de su muñeca.
Miras a tu derecha. Una mujer de unos 40 años lidia con su pequeño niño que le insta a comprarle el último juguete de los Power Ranger no-sabes-cuánto. ¿Típico, no?
Un poco mas allá, casi al final del asiento, hay una pareja de ancianos tomados de la mano. ¿Cuántas personas quisieran llegar a esa edad compartiendo el día a día con alguien...? Sólo basta ver cómo se miran para entender que el amor de esos ojos reflejan años de paciencia, lealtad, companía, respeto... Amor.
Para el final del asiento, pero al otro lado, ves a un joven de tu edad. Auriculares en los oídos, se escucha un eco de Linkin Park. Viste normal, zapatillas, jeans, camiseta manga corta, una mochila entre sus piernas. Masca chicle. ¿Irá a la universidad? Claro. A su lado, reposa un tablero de arquitecto.
Suspiras y piensas en tí misma. Vas con tu impecable traje celeste de médica. Llevas una mochila cómoda sobre la falda y decides mirar distraídamente las hojas del roble de la otra cuadra, que asoman por sobre el techo del andén del frente.
Bajas la vista. Crees ver gorriones, o quizás teros. Los pajarillos rebuscan entre las piedras de las vías, buscando algo que comer. Se apoyan en la reja divisoria, y salen volando para Dios sabe dónde. "¿Sería lindo volar?". Los pensamientos inundan tu mente, mientras vagas entre las pocas nubes de aquel día soleado. ¿Qué se sentirá no pensar, sentir el viento en el rostro, elevarse hasta lo alto libre de todo? ¿Cómo sería vivir de ese otro modo?
El pequeño de tu derecha tropezó y cayó al suelo. Su llanto cortó el hilo de tus divagaciones y vuelves a mirar a tu alrededor. Más personas llegaron, de echo, oyes como los viejitos de más allá charlan con una joven sobre lo retrasado que va el tren.
El muchacho de los auriculares alza la vista y la fija en tus ojos. Son verdes profundos, inteligentes, divertidos. Cómo si dijeran todo y nada al mismo tiempo. Escapas una sonrisita y bajas la vista, algo avergonzada.
Pasan los minutos. La demora se hace notoria. El muchacho se te acerca, preguntándote la hora. 10.35 de la mañana. Llevaban 20 minutos retrasados...
Antes de que te dieras cuenta, estas hablando con él de manera fluída. Se llama Esteban. Lanzas un rápido vistazo y ves que el niño ya no llora. A la charla de la pareja mayor, se sumó el hombre del traje.
De golpe, se escuchan las bocinas de la barrera. Todos se incorporan, como levantados por un imán y se acercan al borde del andén. Con un estruendo, el tren se detiene y todos suben.
La comunidad estaba disuelta. Ya nadie hablaba con nadie, y todos volvían a ser para ti tan extraños como lo habían sido al principio. La señora del niño se sube a otro vagón.
Pero el muchacho de ojos verdes te sigue. Le miras a los ojos y sonríes.
"Oh, no. No todo se disolvió".

5 comentarios:

  1. muy lindo, me gusta como escribís
    :)
    me gustaria que me preguntaran la hora de vez en cuando... y por q no q esa persona sea un chico de ojos verdes? :P

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  2. Si se nos habrá pasado por la cabeza este historia, miles de veces me moría de ganas de preguntar la hora y miles de veces vi que me miraban con ganas de querer que se las pregunte pero nunca sucedió =(

    Beso Gaby!!

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  3. Gi: Que lindo que te gusta ^^ Espero verte por acá seguido, voy a ver si hoy viene la musa y sale algo, jejeje Yo una vez hablé todo un viaje con un "Esteban" pero ahi quedó, se bajó, y hasta siempre ojiverde u.u

    Fran: Preguntá la hora...! Sabes cuántas chicas viajan sentadas al lado de un chico, miran de reojo, miran, vuelven a mirar, y nada? Preguntala! Total, el no ya lo tenes xD

    Gracias por pasarse ^^

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