jueves, 12 de marzo de 2009

Despierta (parte II)

-No… Ayuda… - Sofía murmuraba en sueños, aterrada. Pedía ayuda, se giraba y estiraba los brazos como queriendo aferrarse a un salvavidas invisible.
Inevitablemente, al girarse hacia la izquierda, le dio un ligero puñetazo a la chica que dormía a su lado, morocha, de rasgos aindiados y que junto a otra que dormía más allá, eran sus compañeras de tienda de campaña desde el inicio de la expedición.
-Sofía… No fastidies, por favor. Que aún no es hora de levantarse… -respondió Clara, entre molesta y soñolienta, devolviéndole el “gesto” con otro coscorrón. En esos días de la Ruta Quetzal, todo se vivía espontáneamente, disfrutando del ahora, del presente. Hasta a los detalles menos agradables, como dormir poco, se les buscaba el lado bueno, compartiendo sonrisas, sacándole el jugo a todas las experiencias. Así, su amiga había tomado el primer puñetazo como una forma entretenida de despertarlas antes del alba, para ver nacer al sol.
Pero no era tan así. Sofía no reaccionó a la devolución de su amiga. Seguía repitiendo la misma frase, ahogándose. Clara se sentó sobre su saco de dormir y la miró fijamente por unos instantes, comprobando que no era un chiste; era real. Con cautela, primero con cuidado, intentó despertarla, pero no lograba hacer que abriera sus ojos. Ya sin tapujos la zamarreó, asustada, intentando sacarla de aquel mundo de sombras en el que se había transformado su sueño.
Cuando estaba decidida a buscar ayuda, y despertar a Camila y al resto, sintió como la presión de los brazos de Sofía disminuía bajo sus brazos, para que dos segundos más tarde, se incorporara sobresaltada, abriendo los ojos de par en par y respirando a grandes bocanadas.
-¿Dónde estoy? –preguntó dudosa, cerrando los ojos, y frotándose la garganta, mientras su respiración se acompasaba lentamente.
-En el mismo lugar que ayer, y en el mismo en qué estaremos mañana. Ya pasado partimos hacia España, Sofi. –acotó Camila, desde su hueco.
-Lo siento, chicas… -a Sofía no le salía la voz-. Es que fue una pesadilla… Tan real.
-Vamos, cariño. Ya pasó. Intenta dormir un poco más, antes que venga el señor Luna a despertarnos. -murmuró Clara, la peruana, de acento gracioso, mirada alegre y tono optimista.
Sofía intentó seguir el consejo. Respirar, no pensar. Respirar, no pensar. Respirar… Una chica corría por la ciudad… ¡NO!

El sol estaba ya deslumbrante, cuando ella salió de la tienda. Había olvidado lo hermoso que era el campamento rutero… Al menos cien tiendas de campaña estaban distribuidas sobre la arena entre palmeras, en una playa cercana a Cancún, México. Todas las puertas de las tiendas daban de frente al mar, y el poder observar el sol matutino sobre las apacibles aguas caribeñas, era un lujo del cuál no muchos podían presumir.
Caminó unos pasos, sintiendo bajo sus pies descalzos la arena tibia, suave. Instintivamente, se miró la planta, sin encontrar ninguna herida.
“Sólo fue un sueño”, se repitió por vigésima vez. Las visiones de su sueño la persiguieron durante el desayuno y la mitad de la mañana. Por suerte, pudo estar lo suficientemente atenta a la conferencia acerca de Cristóbal Colón y su cuarto viaje.

El mediodía pasó sin más hechos destacables, y por la tarde, llegó el momento que muchos esperaban: tiempo libre. Todos los ruteros, fueron como en ola a buscar sus respectivos snorkels para poder bucear en las cristalinas aguas, observar pececillos de colores y con suerte, alguna tortuga marina; siempre supervisados por los monitores y jefes de campamento.
Sofía no quiso ir a buscarlo y se metió en el agua nadando de a trechos, caminando en otros, hasta llegar a un sitio del cuál ya no hacía pie. Buena nadadora, se tiró de espaldas a mirar el azul del cielo, haciendo la plancha, intentando no pensar… Dándose vuelta y flotando, miró hacia tierra firme, en busca del campamento. No le gustó notar que la marea la había ido arrastrando lentamente y que ahora estaba bastante lejos del cuidado y resguardo de la expedición.
Intentando tomarlo más como una tontería, que como un motivo para ponerse nerviosa, comenzó a nadar rápidamente hacia la orilla, ocultando su miedo tras la excusa de no querer recibir un castigo por alejarse.
-Ya casi… -murmuró al saberse cerca de donde había partido. En nada ya estaría en la orilla, y ya no tendría que temer. ¿Temer? No debía tenerle miedo al agua…
Pataleando, sintió la fuerza de una corriente de agua que la arrastró un poco para atrás, y que no había sido generada por ella. Como un animal al cual sus instintos le advirtieron demasiado tarde del peligro, comenzó a sacudir piernas y brazos intentando llegar lo más rápido posible al suelo… Pero cada brazada, la arrastraba medio metro mar adentro alejándose de la orilla. Ya no estaba asustada, estaba aterrada. La desesperación y el cansancio comenzaron a colmarla. Le dolían las piernas, sus brazos se cansaban, no podría seguir mucho tiempo más. Quiso gritar, pedir ayuda, pero ya no tenía voz, no le quedaba aliento. Paró, dejó de forcejear contra la corriente y todo se calmó, tan repentino como había comenzado. Cuando intentó pedir socorro, sintió como alguien tiraba de su tobillo hacia abajo, hundiéndola en las profundidades, alejándola del sol, la luz y el aire…

Continuará...

2 comentarios:

  1. Ehhhhh
    ¿ Como que continuará ??
    No me dejés ahi!!

    Que sensación fea la de que te lleve el mar, te debe agarrar una desesperación de ver que por más que nades y nades cada vez estás más lejos.

    ¿ Esto lo escribiste vos Gaby?

    Beso grande

    ResponderEliminar
  2. Claro que lo escrbí yo, Fran xD Sino, pondría quién es el autor, como hice con la carta de mi mamá =)

    Jajajaja, y si, soy mala y lo dejé ahi para generar curiosidad xD La última parte se viene en la próxima subida, que es hoy a la noche o mañana (uy, adelantando así me siento casi flogger... casi).

    Y si, la sensación es horrible. De hecho, esta parte del cuento es algo que me pasó, real xD Sólo que no me ahogué, jeje. Pero, shhhh... es un secreto xD

    Besotes y gracias por leer =)

    ResponderEliminar